“[...] Nombres de esclavas o de emperatrices, de niñas o de ancianas, de trabajadoras o de sacerdotisas, célebres algunos de ellos, pero casi desconocidos la mayoría. [...] Las mujeres romanas, como cualquier mujer en cualquier sociedad, tenían diferentes formas de vivir, pensar y sentir. No existe la «mujer romana», existen muchas formas de ser mujeres en Roma. Una campesina de Hispania no tenía las mismas preocupaciones vitales que una rica matrona romana, pero algunas líneas las unían a todas: los peligros del parto, el sometimiento a la legislación, la visión masculina, las normas morales y sociales que las constreñían… No sabemos demasiado sobre estas mujeres romanas, a menudo poco más que un nombre sobre una desgastada lápida, no recibieron un enternecedor poema a su muerte ni tuvieron una vida épica o heroica. Pero merecen ser nombradas, volver a ocupar un hueco en una historia –esa historia de batallas y de generales escrita por los autores clásicos, hombres– de la que fueron expulsadas y de la que nunca, con toda probabilidad, se sintieron parte. Merece la pena recordarlas, aunque sea durante los breves segundos que pasamos la vista por sus nombres para olvidarlos después. Merece la pena volver a poner por escrito los nombres de esas mujeres que no cambiarían la historia ni desafiarían los roles de género ni fueron grandes reinas o guerreras, pero sí fueron madres, hijas, hermanas, amigas o amantes que alguien recordó con ternura. Ellas son mucho más historia, en realidad, que Cleopatra o César, aunque sobre ellos corran ríos de tinta.”

Patricia González Gutiérrez.

La sociedad romana era terriblemente patriarcal y machista. La mujer era considerada biológicamente inferior al hombre, inferiores física y mentalmente. Además el “ser mujer” lo relacionaban con cosas que consideraban negativas: la emoción, la naturaleza, la noche, la luna, lo frío, lo húmedo, lo izquierdo. Mientras que al “hombre” lo vinculaban con la razón, la cultura, la civilización, el día, el sol, lo cálido, lo seco y lo derecho. Pensaba que la mujer era, de hecho, una versión “poco hecha” del hombre, y que la menstruación era consecuencia de esta poca “cocción”: un residuo impuro, venenoso, dañino, aunque sí comprendían que era necesaria para la concepción, y de hecho creían que durante el embarazo se convertía en lo que alimentaba al feto y luego en la leche materna. Creían que la a sangre de los partos contaminaba el hogar y luego hacían rituales purificantes (ni que decir tiene, que los romanos eran extremadamente supersticiosos).

Sobre la concepción, también creían (algunos autores) que la mujer no aportaba nada a la creación del bebé, sino que todo, la semilla, era aportada por el padre y la madre sólo era un recipiente en el que crecía, como una maceta, o un horno donde se cocinaba. Por esto también, los hijos e hijas pertenecían legalmente al padre. Incluso era el hombre el que decidía sobre el aborto.

Por todas estas razones, el hombre se dedicaba a la política, vida social y al exterior, mientras que las mujeres eran relegadas a lo doméstico, lo familiar y lo interior. Se alababa todo lo que siguiera estas normas, y se reprochaba o sometía a escarnio cualquier intento de transgresión.

En cuanto a los nombres, los hombres tenían 3: praenomen (nombre personal), nomen (nombre familiar) y cognomen (apodo o identificador dentro de la familia), al que en algunos momentos históricos se le añadiría cognomina honoríficos incluso. El primogénito heredaba el nombre del padre, y los demás hijos el praenomen o cognomen. Pero un hombre esclavo tendría un solo nombre, y un liberto adopta el praenomen y nomen de su antiguo dueño.

Sin embargo, las mujeres solo tenían un nombre, salvo en algunas épocas donde tenían praenomen y nomen. Para distinguirse entre ellas (por ejemplo, el nombre se repetía entre hermanas, se utilizaba el apodo de maior o minor, o si había más el de prima, secunda, tertia, o diminutivos). Había excepciones, claro. Y en algunos momentos en los que la mujer hacía más uso del espacio público y podían ser más individualistas, añadían incluso un cognomen, algo común en libertas.

Así, podemos ver en las tumbas romanas de mujeres, cómo se las describía como: hija de (padre), casta, amante esposa, buena madre, que cuidaba de su casa, que “hilaba/trabajaba la lana” (lanam fecit), honesta, piadosa... Dando a entender que se ocupaba de las tareas que eran de esperar para ella, y por lo tanto, su conducta en vida fue apropiada. Pero además notamos que morían muy jóvenes, probablemente por complicaciones relacionadas con el parto o por la malnutrición, aunque hay excepciones en la edad sorprendentes, y una vez pasados los peligros de embarazos y partos, las mujeres solían vivir más que los hombres.

Algunos nombres de mujeres celtitanas conservados en tumbas/fuentes epigráficas:

Licinia Mancina, hija de Cayo, de 15 años. Aquí yace. ¡Séate la tierra leve! Cayo Licinio Lupo, de la tribu Galaria. Aquí yace. ¡Séate la tierra leve!

Fabia Sempronia Aciliana Celtitana, hija de Marco, de quince años, ocho meses y trece días.

Podemos saber que pertenecía a una de las familias más distinguidas de Celti, por su doble nomen y su doble cognomen. Por el tipo de inscripción, puede que formara parte de un monumento de notables proporciones, tal vez turriforme.

Sempronia Priscila...

Sempronia Superata, hija de Cayo Licinio Capitón, de 21 años, aquí yace. ¡Séate la tierra leve! y Sempronia Peregrina.

Remesal aporta dos hipótesis:

a) Sempronia Peregrina es la madre de Sempronia Superata y la añaden después porque querían aparecer tanto el padre como la madre, y la añaden al final con el “et”.
b) Sempronia Peregrina puede ser o la madre o una hermana de Superata, que fueron enterradas en el mismo monumento a posteriori.

En una placa desaparecida, ponía:

“Marco Annio Celtitano mandó en su testamento que a la muerte de su esposa y heredera, Aemilia Artemisia, se le erigiera una estatua en apariencia de Venus con sus atributos. Aemilia Artemisia, hija, erigió este monumento y añadió por su parte un anillo de oro con una piedra preciosa de la mejor calidad. Aemilio Rustico donó (por su parte) una copa y una bandeja de plata.”

Aquí podemos ver cómo, madre e hija compartían nombres, Aemilia Artemisia, diferenciando a la hija con “Filia”. Además, Fue Aemilia quien se encargó de comisionar el monumento que su padre pidió para su esposa en testamento.

Consagrado a los dioses Manes. Sergia Rustica de 90 años, piadosa con los suyos aquí yace. ¡Que la tierra te sea leve!

Consagrado a los Dioses Manes de… y de A [- - -] Hermione, de 35 años, piadosa con los suyos, (aquí) está enterrada ¡Que la tierra te sea leve!

...A Faustina...

Rómula, de 16 años, piadosa con los suyos, aquí yace. ¡Que la tierra te sea leve! Consagrado a los dioses Manes.

En una de las esquinas de La Casa de la Cultura, antes Casas Consistoriales, se utilizó como material de acarreo un cipo, pedestal o base romana de mármol blanco con vetas anaranjadas, aunque ahora está muy desgastado. Fue preparado para recibir una escultura en bronce, aunque parece que no fue terminada, pues arriba a la derecha está aún en bruto. La inscripción, hoy apenas legibles las dos primeras líneas, dice:

Q(uinto) Aelio Q(uinti) F(ilio) Optato

Aelia Q(uinti) F(ilia) Optata

testamento poni iussit.

G(aius) Appius Superstes

Caninius Montanus

H(eres) P(onendum) C(uravit)

Y esto ha sido interpretado como: "Aelia Optata mandó en su testamento que se hiciese un monumento a su padre Quinto Aelio Optato, hijo de Quinto. Cayo Apio Superstes Caninio Montano, su heredero se encargó de realizarlo."

Quinto Aelio Optato ha sido relacionado con el Quintus Aelius Optatus conocido a través de los sellos en ánforas olearias béticas (Dressel 20) que se fabricaban en las alfarerías del Castillejo o La Catria, pertenecientes a Axati (Lora del Río) o Lora la Vieja (Mesa de Lora).

Estaríamos ante otra comitente, Aelia Optata, que además, parece ser, estaría emparentada con la siguiente: Calpurnia Sabina.

A Quinto Fulvio Lupo, hijo de Quinto. Su madre, Calpurnia Sabina, hija de Lucio, mandó en su testamento que se erigiera este monumento. Su heredero Cayo Apio Superste Caninio Montano, se encargó de realizarlo.

En este caso es la mujer, Calpurnia Sabina, la comitente de de este monumento, para su hijo.

Consagrado a los dioses manes. En memoria de Baetica, de 21 años, piadosa con los suyos, aquí yace. Te ruego que digas al pasar ¡Que la tierra te sea leve! Barates puso (esta dedicación) a su esposa indulgentísima.

Consagrado a los dioses Manes. Fabia Merope, liberta de (Fabio) Atimetio, de 75 años, piadosa con los suyos, aquí yace. ¡Que la tierra te sea leve! Si mi riqueza fuese tan grande como mi amor por ti, te escribiría esta lápida con letras de oro.

Aquí estamos ante una liberta. Una inscripción muy interesante, no solo por la edad a la que murió, sino por el gran cariño puesto en el monumento y la dedicación.

Consagrado a los dioses Manes. Piramis, esclava de 45 años, piadosa con los suyos, aquí yace. ¡Que la tierra te sea leve!

Consagrado a los dioses Manes. Bruttia Victorina, celtitana, de 35 años, piadosa con los suyos, aquí yace. ¡Que la tierra te sea leve!

José REMESAL RODRÍGUEZ: “CAPÍTULO 8 DE TOPOGRAFÍA Y EPIGRAFÍA CELTITANA” en CELTI (Peñaflor) La Arqueología de una Ciudad Hispanorromana en la Baetica: Prospecciones y Excavaciones 1987-1992, de Simon KEAY, John CREIGHTON y José REMESAL RODRÍGUEZ.

Patricia GONZÁLEZ GUTIÉRREZ: Soror. Mujeres en Roma, Desperta Ferro, 2021.

Fotos: José Francisco LÓPEZ MUÑOZ “APUNTES SOBRE LA POSIBLE EXISTENCIA DE UN TEATRO EN EL MUNICIPIO ROMANO DE CELTI”, CER.ES (Museo Arqueológico de Córdoba), José REMESAL RODRÍGUEZ: “CAPÍTULO 8 DE TOPOGRAFÍA Y EPIGRAFÍA CELTITANA” en CELTI (Peñaflor) La Arqueología de una Ciudad Hispanorromana en la Baetica: Prospecciones y Excavaciones 1987-1992, de Simon KEAY, John CREIGHTON y José REMESAL RODRÍGUEZ.

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